Para muchos, la incompetencia y la corrupción marcan las últimas gestiones frenteamplistas, pero ésos no son sus rasgos más distintivos.

El frenteamplismo ha hecho de la mentira un arte: miente en las biografías de sus líderes (se atribuyen títulos y estudios que no tienen), mienten las estadísticas públicas, mienten en sus intenciones y en sus hechos, en las obras infladas, en las cifras que dan cuenta de la pobreza y en el costo que tiene alimentarse en Uruguay. Mienten sobre la cantidad de delitos, mienten sobre la estabilidad económica, sobre la paupérrima educación y sus resultados.
El frenteamplismo, principalmente, miente.
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